Un nudo en el estomago me impedía comer.
Un nudo en la garganta me impedía hablar.
Un fuerte dolor de cabeza me impedía pensar.
Mis ojos ya estaban hinchados de tanto derramar lágrimas por tales seres que parecían ser insensibles a mi sufrimiento.
La depresión se apoderaba de mi en cada minuto.
Las ganas de nada eran mayores a las ganas de cualquier otra cosa, de sentir, de vivir.
Ya no había nada que pudiera hacer, solo esperar a que mis heridas cicatricen con el tiempo.
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